El estacionamiento en el sótano del Center for Health & Healing de Oregon Health & Science University vibra con una energía nerviosa. Enorme y completamente cerrado, su estructura se hace eco de cada chirrido de neumáticos y rugido de motores. Los conductores estiran su cuello inquietos en busca de un lugar libre. Los pacientes van y vienen de prisa por las rampas, agarrados a sus bolsos, empujando coches de bebés, buscando los ascensores, con una sensación de inseguridad.
Hasta que se encuentran con Mehrdad Ramezan Baik.
Lo primero que uno ve son sus ojos. El frío cavernoso se derrite con esa especie de bioluminiscencia psíquica de su mirada. Y cuando saluda, su sonrisa opaca las luces de las vigas.
Una mañana hace poco estaba de pie en la puerta de entrada saludando a los conductores que se acercaban a obtener sus boletos de estacionamiento. Mehrdad, todos lo llaman por su nombre de pila, suele ser la primera persona que ven los pacientes de OHSU. Formalmente, su trabajo es ayudar a encontrar el camino desde el aparcamiento hasta el lugar de su cita. No es un trabajo menor en uno de los centros médicos más concurridos del estado. Da indicaciones, abre puertas, lleva bolsos, resuelve el problema cuando algún conductor pierde su boleto y en general se ocupa de que todo funcione sin inconvenientes.
“Lo que hago es recibir con calidez a nuestros pacientes”, dice.
Pero sus papel es mucho más profundo que ese.
La respuesta que inspira Mehrdad en los pacientes es asombrosa. Su gerente, Ashley Frias, suele recibir decenas de comentarios sobre él todos los meses.
“Y no son comentarios del tipo ‘es un gran empleado’”, aclara. “Son historias sentidas acerca del impacto que tiene su presencia”.
Hace diez años, una pintora jubilada y su novio le pidieron a Mehrdad que estacionara su coche para que pudieran ir al gimnasio; la enfermedad de Parkinson le dificultaba caminar. En el ascensor se dieron cuenta de que habían dejado olvidado el bolso de gimnasia en el asiento trasero. Pero si iban a buscarlo, llegarían tarde a su cita. No hay problema. Mehrdad encontró el coche, tomó el bolso, lo subió hasta el gimnasio y se los entregó personalmente.
“En ese momento, le dijimos nuestros nombres y nos aprendimos el de él”, escribió el hombre en una carta al presidente de OHSU, Dr. Danny Jacobs, M.P.H., FACS, reconociendo a Mehrdad como un “empleado excepcional del más alto calibre”.
“El hombre más agradable de OHSU”, escribió a Jacobs otro paciente. “Siempre ha sido increíblemente agradable, nos saluda a mí y a mi esposa con toda amabilidad y con su enorme sonrisa; lo he visto hacer lo imposible por ayudar a todas las personas con las que interactúa”.
“El señor Alegría”, lo describe un paciente en redes sociales.
En un día cualquiera, Mehrdad interactúa con entre 500 y 600 pacientes.
“Quiero garantizar que tengan una buena experiencia”, dice. “Me considero el embajador de OHSU”.
Ayuda a los pacientes con sus sillas de ruedas, los acompaña a la recepción, aguanta las puertas de los elevadores. Sabe en qué piso se encuentra el departamento de dermatología. Puede decirte si el café sigue abierto. Te ayuda si no puedes encontrar tu coche. Conoce los ritmos y rutinas, dónde encontrar espacios ocultos de calma entre tanta actividad frenética.
Pero, por sobre todas las cosas, tiene un don para conectar con la gente.
“No lo sé explicar”, dice. “Es mi superpoder. Me levanto a las 4 a.m. y rezo. Quiero ser el dueño de mi día. Quiero hacerlo con alegría, vida y energía positiva. No doy nada por descontado. Valoro cada momento de mi vida”.
“La energía es como una piedra preciosa que puedo compartir con las personas”.
Bueno para hacer sentir bien a las personas
Mehrdad significa “producto del amor” en persa, el idioma de Irán, su país natal. Criado en Teherán, sus primeras impresiones de los Estados Unidos provenían de las películas de John Wayne y los dibujos animados de Disney. Después de la secundaria trabajó en varios empleos, incluida una temporada en una fábrica de chocolate.
A mediados de los años noventa, su hermana se casó y se mudó a Portland, y llevó con ella a su madre. Mehrdad y su hermano esperaron más de siete años para obtener la visa y por fin llegaron a Portland para reunirse con su familia en 1999.
“Ese fue un día tan hermoso”, dice. “Mi destino fue el que me trajo aquí”.
Tenía 32 años y no hablaba inglés. Consiguió un empleo en un estacionamiento del centro y se llevaba un diccionario al trabajo. Todos los días lo leía, página por página, para aprender un idioma que no le era familiar.
“Aprendí este idioma y me lo gané”, ríe. “Empecé de cero. Fue difícil, pero nunca me rendí”. Me decía: “tienes futuro en este país. Es tu hogar. Es tu momento. Es tu tiempo. Dios tiene un plan para ti”.
Mehrdad se inscribió como candidato en SP+, la empresa contratista que administra el estacionamiento de OHSU, en 2012, y se convirtió en el jefe de valet. Cuando llegó la pandemia, OHSU suspendió el estacionamiento valet en el Center for Health & Healing, y a Mehrdad lo podrían haber trasladado a otro estacionamiento. Pero él eligió quedarse.
“Soy bueno para hacer sentir bien a la gente. Es un don especial que se me ha dado”, dice. “Todos los días me aseguro de traer energía sanadora para nuestros pacientes. Todos los días — todos los días. Quiero darles lo mejor”.
“La sanación empieza justo en la puerta, cuando llegan los pacientes. Lo que hago es poner a trabajar el músculo de la humanidad”.
Oraciones en el estacionamiento
En octubre, después de muchos años de luchar contra la enfermedad de Parkinson, una paciente conocida —la pintora jubilada que había olvidado su bolso del gimnasio— decidió terminar con su vida. Su novio estaba devastado.
En su siguiente visita a OHSU vio a Mehrdad en la entrada. Fue la primera vez que veía a Mehrdad sin su novia a su lado.
Luchando por no llorar, le contó a Mehrdad por qué no estaba con él. Hablaron sobre la vida, sobre la muerte y sobre la enfermedad. Y después de eso se dieron un abrazo.
“Tengo una enorme empatía por nuestros pacientes y lo que están atravesando”, dice Mehrdad.
Hace unos cuantos años le diagnosticaron cáncer de hígado a su madre. Los médicos le dieron cinco meses. Ella luchó por cinco años.
“Fue muy difícil para todos nosotros”, dice. “Nunca olvidaré su energía y su fe inquebrantables. Fue por ella que decidí que iba a trabajar en este campo y ayudar a las personas”.
Mehrdad ha sido reconocido con varios premios por su servicio. Fue nombrado empleado del año por SP+ en 2017. En dos ocasiones ha sido honrado por Jacobs con una medalla de plata por su excelente servicio al cliente.
“Es un gran honor para mí”, dice.
Pero la gratitud más profunda es la que recibe de los pacientes que ha conocido a lo largo de los años. Lo saludan como a un amigo. Se toman selfies con él. Conversan.
“A veces me dicen ‘Mehrdad, ¿tienes un minuto?’ Nos tomamos de las manos y oramos”, dice. “Me dicen: ‘te necesitamos. Necesitamos tu sonrisa sanadora’. ¡A veces siento que vienen a mi oficina!”
Una mujer mayor llega a la entrada y baja su ventanilla. Se inclina y extiende su brazo en un ángulo incómodo, pero no logra tomar el boleto de la máquina. “Es tan difícil llegar”, dice.
“No se preocupe”, le sonríe Mehrdad, mientras se acerca y toma el boleto. “Estoy a su disposición”.