
Cada año más de 800,000 estadounidenses se someten a cirugías refractivas como LASIK y PRK para corregir su vista. Si bien estas cirugías tienen un alto porcentaje de éxito, un número pequeño de personas siguen sintiendo dolor o incomodidad por largo tiempo después de la cirugía.
En un nuevo estudio publicado en Journal of Proteome Research, investigadores de la Oregon Health & Science University descubrieron una conexión entre niveles de ciertas proteínas que se encuentran en las lágrimas de los pacientes y el dolor persistente meses después de la cirugía. El equipo espera que sus hallazgos ayuden en el desarrollo de nuevas herramientas de pruebas y tratamientos para los pacientes.

“Mucha gente piensa que las lágrimas son solo agua con sal, cuando, de hecho, podemos detectar miles de proteínas en las lágrimas humanas", afirma Sue Aicher, Ph.D., autora correspondiente del estudio y profesora de fisiología química y bioquímica en la School of Medicine de OHSU. Aicher estudia cómo funcionan las células en los circuitos neuronales, particularmente en el dolor.
“Se trata de un proteoma muy rico y dichas proteínas pueden impactar la actividad de los nervios en la superficie del ojo en la córnea”.
Patrones de proteínas reveladores
El equipo reclutó a 120 participantes para el estudio en Miami y Portland. Ninguno reportó haber tenido dolor en los ojos antes de la cirugía refractiva.
Tres meses después de la cirugía, los investigadores tomaron muestras de lágrimas haciendo uso de un delgado papel de filtro acomodado debajo del párpado inferior para absorber lágrimas de la superficie del ojo. Este proceso no invasivo se usa clínicamente para otros diagnósticos, tales como para evaluar afecciones de los ojos.
Del grupo de participantes, 16 dijeron que aún tenían dolor. Los investigadores compararon las lágrimas de estos participantes con las de los 104 participantes sin dolor e identificaron 2,748 proteínas en las lágrimas de ambos grupos de participantes.
Cuando compararon los perfiles de proteínas entre estos dos grupos, encontraron que algunas proteínas diferían en las personas que experimentaron dolor a largo plazo en comparación con las que no lo experimentaron. Además, los investigadores encontraron que las diferencias en los patrones de proteínas importaban: para predecir el dolor, era mejor mirar tres o cuatro proteínas juntas que mirar una sola proteína.

La autora líder del estudio, Brooke Harkness, O.D., M.S., FAAO, profesora asistente de oftalmología del Casey Eye Institute de OHSU, trabaja con pacientes que tienen grave resequedad ocular, dolor de córnea y otras enfermedades de la superficie ocular.
“Muchas de estas proteínas diferenciales están involucradas en las vías del sistema inmunológico, la inflamación y el daño a los nervios de la córnea", dijo. “Así que lo que estamos viendo no es una mezcla aleatoria de proteínas sino un patrón. Creo que eso es bastante emocionante".
El equipo de bioinformática, encabezado por Jodi Lapidus, Ph.D., y Siting Chen, M.P.H., de la School of Public Health de OHSU-PSU, usó herramientas estadísticas para analizar si las proteínas específicas o grupos de proteínas podrían predecir si los pacientes de cirugía ocular iban a tener dolor a largo plazo. Los investigadores afirmaron que estos patrones de proteínas podrían algún día ayudar a evaluar el riesgo de dolor de ojos en pacientes después de la cirugía.
“Estas cirugías refractivas son, por lo general, optativas", señaló Harkness. “Si se le puede ofrecer a la gente información sobre su nivel de riesgo personal para desarrollar un dolor persistente después de la cirugía, puede tomar una decisión cuidadosa respecto a si desea proceder".
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El equipo también indicó que sus hallazgos podrían conducir a nuevas terapias para tratar el dolor de ojos.
“Esperamos algún día poder desarrollar tratamientos con medicamentos que modulen las proteínas que estén elevadas y ver si con eso se puede tratar el dolor de ojos", aseveró Aicher.
Otros contribuyentes a este estudio incluyen a los investigadores de OHSU: Kilsun Kim, M.S., Ashok Reddy, Ph.D., Trevor McFarland, B.S., Deborah Hegarty, Ph.D., Steven Everist, B.S., Julie Saugstad, Ph.D. y Anat Galor, M.D., M.S.P.H., del Bascom Palmer Eye Institute del Sistema de Salud de la Universidad de Miami.
El estudio contó con el apoyo del National Eye Institute de los National Institutes of Health, subvención R61EY032468. El contenido es responsabilidad únicamente de los autores y no necesariamente representa las opiniones oficiales de los NIH/NEI.