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Ensayo clínico sobre la enfermedad de Parkinson prueba un régimen de ejercicios para mejorar el movimiento

OHSU realiza el primer estudio de este tipo para saber si el ejercicio puede ayudar a los pacientes con movimientos espasmódicos complejos en los giros a prevenir caídas peligrosas
Linday Cherney muestra en qué consiste un protocolo de ejercitación de OHSU diseñado para mejorar la capacidad de girar de las personas con la enfermedad de Parkinson. En un ensayo clínico de OHSU se utilizan sensores que los pacientes llevan puestos para evaluar si la ejercitación mejora la movilidad y la calidad de vida. (OHSU/Christine Torres Hicks)
Linday Cherney muestra en qué consiste un protocolo de ejercitación de OHSU diseñado para mejorar la capacidad de girar de las personas con la enfermedad de Parkinson. En un ensayo clínico de OHSU se utilizan sensores que los pacientes llevan puestos para evaluar si la ejercitación mejora la movilidad y la calidad de vida. (OHSU/Christine Torres Hicks)

Amarrada a un arnés móvil montado del techo para mantenerla estable, Linda Cherney se desplazó con movimientos deliberados a lo largo de un camino de obstáculos en un laboratorio del campus de Marquam Hill de la Oregon Health & Science University.

Miro. Giro. Avanzo.

Linda Cherney (OHSU)
Linda Cherney (OHSU)

Cherney, una jubilada de 71 años de edad que vive en Battle Ground, Washington, es parte de un ensayo clínico en curso en OHSU para evaluar un protocolo de ejercicios diseñado para ayudar a personas con la enfermedad de Parkinson.

Para muchas personas que padecen el mal de Parkinson, el simple acto de moverse por una habitación dejó de ser intuitivo. Hay investigaciones que demuestran que la enfermedad neurodegenerativa puede afectar la marcha y su capacidad de girar de manera segura, lo que da como resultado que las personas con esta enfermedad sean especialmente susceptibles a lesiones asociadas con caídas.

“Ahora tengo que pensar cada cosa que hago”, dijo Cherney.

El estudio de OHSU está evaluando la hipótesis de que un enfoque basado en ejercicios permite reentrenar al cerebro y mejorar la vida de las personas con la enfermedad de Parkinson. La rehabilitación tradicional se enfoca en la marcha en línea recta, mientras que este estudio fue diseñado específicamente para mejorar la calidad de los giros al caminar; el objetivo de los investigadores es inscribir a participantes que ya hayan sufrido caídas y que tienen mayor probabilidad de beneficiarse con este protocolo de ejercitación.

Las complejidades de girar

Para la mayoría de nosotros, girar o sortear algo no exige ninguna decisión consciente.

Sin embargo, es una habilidad sorprendentemente compleja. Un estudio de OHSU anterior documentó cómo el simple acto de caminar y girar supone coordinar la presión, el equilibrio y la visión para mantener el balance sin caer.

Fay Horak, Ph.D. (OHSU)
Fay Horak, Ph.D. (OHSU)

“De hecho es una tarea bastante complicada”, dijo Fay Horak, Ph.D., P.T., profesora de neurología en OHSU School of Medicine, quien fundó Balance Disorder Laboratory de OHSU y hoy se desempeña como su asesora científica. “Primero uno debe mirar algo, luego girar la cabeza, luego girar los hombros, luego girar la cadera y por último los pies. Es difícil separar todas las partes del cuerpo que integran la información sensorial con la que controlamos el giro”.

Más de la mitad de las personas diagnosticadas con mal de Parkinson sufren momentos en los que no son capaces de moverse voluntariamente, conocidos como congelamiento de la marcha.

Durante estos episodios, girar puede ser particularmente peligroso.

“Cuando caen, lo hacen sobre la cadera y se la fracturan”, dijo Horak. “Lo que queremos es evitar las caídas y mejorar la calidad de los giros en la vida cotidiana”.

Estudio innovador

Este ensayo es el primero de este tipo y está en proceso de reclutar a 60 participantes.

La mitad de los participantes se asignan al grupo de intervención con ejercicios, donde se someten a un régimen específico de ejercitación tres veces a la semana por seis semanas.

Una semana antes y una semana después del entrenamiento, los participantes del grupo experimental usan sensores que miden cada giro que hacen en una semana —unos 1,000 giros al día. El sensor registra cuántos giros hace una persona, de qué tamaño, a qué velocidad, y cuántos pasos da al hacer cada giro. La idea es ver si la ejercitación mejora su movilidad en la vida diaria, y en qué medida.

Los demás participantes del grupo, que son el grupo de control del ensayo controlado aleatorizado, también usan los sensores en casa y se les pide que sigan con su rutina de ejercicios actual.

Los investigadores seguirán a cada participante por un año después de haber terminado su período de ejercitación, para ver si es posible prevenir las caídas con este protocolo de ejercitación experimental y así mejorar la calidad de los giros.

Entrenar al cerebro

Cherney completó su protocolo de ejercitación de seis semanas en marzo. Aunque todavía los investigadores de OHSU tienen que analizar la enorme cantidad de datos extraídos de los sensores que usó como calcetines por una semana antes y una semana después de su ejercitación, Cherney ya sabe que para ella marcó una diferencia sustancial.

“Puedo caminar sin un bastón, y ahora me siento más segura”, dijo. “Soy más ‘yo’ ahora de lo que era”.

Después de una caída en la que se fracturó una mano, dice que se refugió en su casa. Ahora se siente mucho más segura para moverse, jugar con sus nietos, ir al teatro y viajar.

“Estoy entrenando a mi cerebro de nuevo para que haga lo que hacía antes, sin tener que pensarlo. Ahora tengo que pensar en cada cosa que hago, pero está bien”, dijo. “Recuperé mi vida. Ya no tengo miedo, y eso es lo mejor de todo”.

Para ser elegibles, los participantes deben haber sufrido una caída en los últimos 12 meses, tener entre 55 y 85 años de edad y estar tomando una dosis estable de Levodopa, un medicamento común para el tratamiento de la enfermedad de Parkinson. También deben estar en condiciones de caminar por dos minutos sin bastón ni otro dispositivo de asistencia.

Este estudio tiene el apoyo del Eunice Kennedy Shriver National Institute of Child Health and Human Development, dependiente de los Institutos Nacionales de Salud, con la subvención n.° R01 HD100383.

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